Un solitario pastor de ovejas estaba sentado en el lugar más ermitaño de un remoto desierto. Reinaba el silencio. No se oía ningún ruidoso radiorreceptor, ni ninguna televisión atronadora; no se oían campanillas de puertas, ni timbres, ni teléfonos. Ni mucho menos el espantoso ruido del tránsito distante, ni de aviones de propulsión a chorro, Ni siquiera se percibía por ningún lado movimiento de hombres o bestias. Ver más
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