17 noviembre 2007

Mensaje

DEL ESTERCOLERO AL TRONO

1 parte

"Y levanta del polvo al pobre. Y al menesteroso alza del estiércol, para hacerles sentar con los príncipes, con los príncipes de su pueblo." (Salmo 113:7, 8)


Este texto trata especialmente de la obra de la gracia de Dios. En este caso vemos mejor que en otro alguno la condescendencia infinita de Dios en su trato con el hombre se vale de lo que es vil para el mundo y de lo de ningún valor para reducir a nada lo que se jacta de algo. Elige para sí mismo lo que con desprecio desecha el mundo.Cubre el tabernáculo del testimonio con piel de foca, elige piedra tosca, sin labrar como material para construir el ara, una zarza cual candelabro para su manifestación ardiente y un pobre pastorcillo de ovejas para ser el «hombre según su corazón».


Las personas y cosas que desprecian los hombres son a menudo de gran estima a la vista de Dios. Halla decenas de millares que por su estado y dignidad merecen un estercolero y les eleva llevándolos en sus potentes brazos de misericordia, hasta sentarlos entre los príncipes de su pueblo.Con motivo del texto fijémonos, pues, en dónde halla sus escogidos, cómo les eleva y dónde les coloca.I. Dónde los hallaLa expresión del texto implica que se hallan en la categoría social más baja. Muchos de los elegidos del Señor no sólo se hallan entre los obreros, sino en las filas de los más pobres hijos del trabajo. Hay personas cuya penosa ocupación apenas produce lo bastante para proporcionarles el alimento suficiente para mantener el alma unida al cuerpo y, no obstante, llegan a poseer pan espiritual en abundancia.


Muchos visten miserablemente, llevando remiendo sobre remiendo, mas a pesar de ello, ante Dios, ni Salomón en el apogeo de su gloria, estaba vestido como uno de ellos. Algunas de las biografías más hermosas contienen la vida y hechos de cristianos elevados de la mayor miseria. Y ¿quién no ha contemplado con el mayor placer a esas personas afligidas de diversas calamidades, que han tenido que ir a parar en algún asilo, a esos creyentes en Dios que comen de gracia el pan cotidiano por carecer de fuerzas y de ocasión para ganárselo con sus propias manos? Pobre oyente que me escuchas esta mañana v te sientes casi indigno de sentarte en uno de estos asientos del lugar del culto, te suplico no te imagines que la pobreza sea un impedimento de elevación a la categoría de príncipe para con Dios. Todo lo contrario. La gloria del Evangelio es que ha de ser predicado a los pobres.Pero, evidentemente, el texto tiene un sentido más espiritual.


El estercolero es un lugar donde se echan las cosas inútiles; las cosas gastadas, ya inservibles para todo uso, se echan a la basura. Acaso desde su primitivo y apropiado uso, se les ha dado ya dos o tres anos, más o menos adecuados, pero ahora sólo sirven de estorbo, y de consiguiente se echan a la basura para que se lleve lejos. ¡Cuántas veces los elegidos del Señor se han sentido semejantes a tal desecho, inútiles para todo uso, dignos solamente de ser tirados a la basura! Tú, querido amigo, tal vez en este momento te reconoces tal nulidad. Esta apreciación te causa tristeza, pero es, sin embargo, señal de salud. Cuando nosotros nos tenemos en poco Dios nos tiene en gran estima.


Dios resiste al soberbio, pero da gracia al humilde. «El no quebrará la caña cascada; ni apagará la mecha que humea.» Aunque seas digno tan sólo de ser echado a la basura, su misericordia tierna te tendrá en cuenta y te elevará entre los príncipes de su pueblo.Quizás ofrezca más consuelo tener presente que el estercolero es el lugar de destino para las cosas inmundas y repugnantes. De tales cosas acostumbramos a decir: «¡Fuera esa peste!» Cuando una cosa entra en descomposición, procuramos librarnos de ella en seguida. ¡Qué triste! Triste es que tengamos que aplicar esto a alguno de nuestros semejantes, pero es preciso hacerlo. ¡Oh amigo!, si el pecado te hace sentir enfermo, la cabeza enferma, el corazón fatigado, y si desde la cabeza hasta los pies te parece podrida llaga y corrupción, todavía el amor del Señor de gloria bajará hasta ti.


Aun cuando al robo hayas añadido el homicidio y al homicidio iniquidad, la misericordia divina te busca y la sangre de Cristo aún es capaz de limpiarte de toda vileza. Todo aquel que se arrepiente y cree en El, queda justificado de todo aquello de que la ley de Moisés no le podría justificar.El pecado es un mal horroroso, un veneno fatal; sin embargo, y aun cuando hubiere penetrado en tu alma y en tu cuerpo hasta hacerte repugnante, moral y físicamente, la gracia infinita de Dios, manifestada en Cristo Jesús, es capaz de levantarte de tanto embrutecimiento y degradación v constituirte en glorioso trofeo de su gracia.


Por Charles Spurgeon