30 junio 2008

Reflexiòn

UNA LENGUA INQUIETA
Jorge Hernán Gutiérrez
Ixous7@hotmail.com
“La lengua es un fuego, un mundo de maldad. Así la lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación” (Santiago 3:6-9). La lengua es empleada con efectividad por quienes buscan un fin específico: hacer daño al otro. La tienen bien afilada y sus palabras son como golpes de florete. Robert Burton, escritor inglés, decía que ‘una palabra hiere más profundamente que una espada’. Traspasan el alma. Los sentimientos. La lengua, es tan pequeña, pero tan bien subordinada a su dueño. Provocadora de mil tristezas. Así como el ojo no se cansa de ver, la lengua no se cansa de hablar y más si es en contra de alguien.

No es natural que nuestra lengua hable cosas buenas, provechosas y nutrientes; beneficiosas para quienes están a nuestro lado. Debido a la atracción por el mal de la raza caída, la lengua tiende a hablar lo que es malo, dañino, doloroso, perjudicial. En general, al hombre le fascina dar malas noticias, chismear y expandir las faltas de los otros frente a los demás. Hay quienes son como los buitres, cuando pasan por un jardín lleno de bellas y fragantes flores son estoicos; pero al pasar por un campo abierto donde hay algún cuerpo descompuesto, dirigen su mirada y se sienten atraídos... personas que solo disfrutan de los errores de los demás, pero se olvidan de los campos bellos de la virtud. Lo natural es que de nuestro corazón salgan resentimientos, amarguras, quejas, envidias y prejuicios contra otros, sobre todo si las cosas no salen como se quiere (Mateo 15:19). Es un manantial de amargura.

El discípulo de Jesús, Santiago, escribió sobre este pequeño órgano y dijo que “la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Así la lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación”. Ella es fuego y puede encender cualquier cosa. Países enteros pueden entrar en conflicto por una sola palabra. Todo el mundo animal se doma por la naturaleza humana, pero lo paradójico del asunto es que ningún hombre puede domar su propia lengua, un mal que no puede ser refrenado.

Hay que pensar antes de poner en movimiento la pequeña inquieta. La muerte y la vida están en poder de la lengua, es ella la que puede ser beneficiosa para nosotros y nuestros compañeros del camino, como también puede hacernos naufragar en la realidad que vivimos. No es posible dar a nuestra lengua mucha libertad, no sea que nos aprisione con una sola palabra imprudente. “Una palabra no dicha es como la espada dentro de una vaina; pero dicha, esa espada está en manos de otro. Si deseas ser tenido por sabio, sé tan sabio que detengas tu lengua”, advirtió Francisco Quarles.

Nosotros podemos ponerles freno en la boca a los caballos para que nos obedezcan, y dirigirles así todo su cuerpo. De igual manera los gigantescos barcos, son controlados con un pequeño timón. Así es la lengua, un miembro pequeño, pero controla nuestros pasos, nuestra vida, según lo que digamos. ¡Cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!

Para quienes poseen una lengua inquieta y que se satisface en hacer daño a los demás, criticando, juzgando, chismeando y demás, tienen una lengua insidiosa, llena de toxina letal. De ahí la expresión que a menudo se usa: ‘Fulano tiene una lengua viperina’. La palabra viperina deriva de la palabra víbora. La víbora es una serpiente de cabeza triangular que destruye con su poderoso veneno el 10% de sus víctimas. Al igual que este reptil, hay quienes usan la lengua para hacerle daño a sus congéneres con palabras... palabras venenosas que confunden, que penetran hasta lo más recóndito del corazón y hacen profundas heridas. Son palabras venenosas, palabras mortales que destruyen amistades, que arruinan familias, que acaban con sueños...

No es fácil vivir en medio de personas que acostumbran barrer las calles con su lengua, que les fascina destruir a los demás con sus palabras. Pero sin importar lo que los otros hagan o digan, mi querido peregrino, solo cree que si aprendes a obedecer al Señor en estos pequeños detalles sabrás que te toparas con sorpresas benéficas para ti y los tuyos. Pero quienes acostumbran pasear demasiado este pequeño órgano es hora de cambiar y pedir perdón al Creador para que su misericordia los alcance. Dios los bendiga y ¡a controlar la lengua para no dañar a quienes estén a nuestro lado!

02 junio 2008

Reflexiòn

Acalla tu alma en Dios

“En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación” (Salmo 62:1). Acallar el alma es un estado de reposo completo y perfecto. Es aquietarse y sosegarse por medio de una confianza inalterable en Dios. Las señales de un alma acallada son: La paz que refleja el rostro, en las actitudes y en las palabras y poseer tranquilidad ante las circunstancias que se presentan a nuestra vida.

Uno de los efectos más poderosos de la salvación, estriba precisamente, en el descanso, en la quietud que procede del encuentro con el Salvador. El Señor dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestra alma” (Mateo 9:28,29).

Así como el desasosiego del alma es señal inequívoca del hombre sin Dios, el descanso de la misma manera es la evidencia de un hombre que tiene a Dios. El hombre ha tratado de buscar un sucedáneo, un sustitutivo al proceso de Dios. Por ello en los años setenta, se introdujeron las filosofías orientales como el yoga, la meditación trascendental, las técnicas de la respiración, entre otras.

Multitud de personas se arrojaron y lo siguen haciendo, en los brazos de estos métodos que ofrecen una paz ficticia, fruto de la mente. Todos estos intentos o paliativos del hombre son ineficaces para alcanzar la verdadera paz interior y son estrategias del hombre para alejarse cada día de Dios.

El reposo del alma es tan crucial para la vida del hombre, que cuando éste no la halla, acaba haciendo cosas no benéficas para él y su familia, tales cosas como llegar hasta el punto de suicidarse física o emocionalmente. Algunos atentan contra sus propias vidas, otros se inhiben emocionalmente de su entorno, se vuelven apáticos e indiferentes y parecen cuerpos sin alma.

Cuando el alma del hombre se encuentra con su Creador encuentra la paz que necesita. El profeta Isaías dice: “Porque con alegría saldréis y con paz seréis vueltos” (Isaías 55:12); Jesús también prometió: “Mi paz os dejo, mi paz os doy”. En la actualidad, estamos enfrentando una nueva crisis de proporciones planetarias por falta de paz interior, a causa de la soberbia, la maldad y la locura del hombre.

Cuán hermosas son las palabras del salmista cuando dice: “En Dios solamente está acallada mi alma”. David se encontraba rodeado de dificultades, de amenazas e inquietudes diversas, pero ante todas estas agresiones encontró el refugio de Dios, un dulce puerto para acallar su alma.

Amado peregrino, ¿Se encuentra usted rodeado de dificultades? Recuerde que todas estas situaciones que le rodean son un intento para desviarle de la fe puesta en Dios. Si salimos de esa posición que Dios nos ha dado en él entonces nuestra vida irá a la deriva, las olas desatadas por la furia de nuestro enemigo nos impulsarán hacia los escollos, y estos partirán nuestro corazón hasta llevarnos al fondo del fracaso y de la desesperación.

Quiero que usted note que la primera acción del salmista frente a los que le estaban rodeando fue acallar su alma, esto es tratar con su vida interior, con lo de adentro para llevarla a reposar en Dios. Pero hay algo más que deseo compartir con usted. Note la segunda parte de este hermoso verso de las Sagradas Escrituras: “de él viene mi salvación”. Cuando tratamos primeramente con lo de adentro entonces podremos empezar a tratar con lo de afuera.

Cuando el alma se acalla y se tranquiliza en Dios, entonces se puede gritarle a las dificultades que el Altísimo y nuestra salvación están cerca de nosotros. A nosotros nos corresponde acallar nuestra alma en Dios y a él callar a nuestros enemigos.

No importa el tiempo que le tome a Dios resolver aquello que nos está doliendo, que nos está afectando; su salvación está a las puertas. ¡Dios no nos va a fallar! El nunca falla, ni llega tarde. Diga amado peregrino a su alma que se acalle en Dios porque su salvación está de camino.